“Cuando
no recordamos lo que nos pasa, nos suele suceder las mimas cosas…” Mignona –
Nebbia “Quien quiera oir, que oiga” (1984)
La
identificación del macrismo con la figura de Sarmiento es conocida. Basta
señalar la distribución de las computadoras en las escuelas de la ciudad de
Buenos Aires con el nombre de “plan Sarmiento”; el libro malísimo que uno de
sus entusiastas periodistas y ahora intendente de 3 de Febrero, Diego
Valenzuela, escribió sobre Sarmiento, que olvida gran parte de la Historia,
confunde tantas otras y tergiversa las que quiso tomar en serio (para ampliar
ver "Valenzuela
y Sanguineti tampoco cuentan la historia completa"),
y que solo tuvo como mérito haber sido citado por Cristina Fernandez de Kirchner
en uno de sus anuncios de Casa Rosada; y, también, en la defensa corporativa
contra las nuevas investigaciones que muestran al Sarmiento que no solo
repudiaba las formas sino que proponía “La violencia en todo”.
Y
es en este punto donde el macrismo encuentra un sustento histórico lineal. Al
asumir la presidencia el 12 de Octubre de 1868, Domingo Faustino Sarmiento
propone una línea dura de gobierno. El sanjuanino se enfrentaba con el desafío
de consolidar al proceso de organización nacional iniciado después de la
batalla de Pavón y la presidencia de Bartolomé Mitre. Sin aliados y sin partido
político propio, Sarmiento trato de imponer, y lo logró en gran medida, el
proyecto liberal que sirvió de base para constituir el orden conservador (ver
Natalio Botana y su excelente libro sobre el tema) y consolidar el modelo
económico agroexportador que privó a la Argentina naciente de la posibilidad de
insertarse industrialmente en el mundo.
Ese
proyecto Sarmiento lo continuó hasta cumplir con el genocidio del pueblo
paraguayo en la “Guerra de la Triple Infamia” y la persecución despiadada y
sangrienta del Mariscal Solano López, que celebró, según sus propias palabras,
diciendo: “Es providencial que ese
(…) idiota, borracho y feroz (…) haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní;
era preciso purgar a la tierra de toda esa excrecencia humana”. Y continuó
con razias policiales a opositores y fusilamientos masivos de supuestos
amotinados (Ver Los “Si los muertos no hablan, historia de los fusilamientos de
Loncogüé”, S. Carciofi, Ed Puerto Ba, 2014), y con el exterminio sistemático de
los pueblos originarios que veían arrasar sus tierras y asesinar a sus mujeres
e hijos. La violencia en todo fue la consigna del gobierno de Sarmiento y la
aplicó con mano de hierro.
Pero
Sarmiento tuvo una gentileza democrática para sus pares: dejó abierta la
posibilidad de que el periodismo de una batalla abierta contra su gobierno.
Evitó la censura y se preocupó por dar el mismo, con su pluma, el debate en los
medios gráficos de la época. Y cuando el diario La Nación de Mitre intentó
hacer un golpe de estado a su gobierno, emitiendo entre sus publicidades
mensajes encriptados para coordinar el movimiento de tropas, ordenó cerrar el
diario La Nación, pero también su diario y todos los diarios. Claro que el
pueblo llano no tenía el beneficio de dar batalla en ese nivel, y nunca
sabremos qué decisión hubiera tomado Sarmiento si la población autóctona y los
gauchos hubieran tenido esa posibilidad.
Lo
que sí estamos comprobando es que el sarmientismo del macrismo, base histórico-ideológica
del PRO, ahora que es gobierno decidió también aplicar la “violencia en todo”,
para borrar por decreto leyes votadas por el Congreso, eliminar por una
supuesta confusión no corregida aún la Ley de Financiamiento Educativo y todo
el plexo normativo que la acompaña, en designar a dedo y como meros gestores a
dos jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, para reprimir a
balazos a las protestas de los trabajadores despedidos en empresas y en el
Estado. “La violencia en todo” para
criminalizar la protesta y poder encarcelar a una dirigente social como
Milagros Sala porque es india y porque el gobernador de Jujuy tiene un problema
personal con ella. Para también endeudar al país, devaluar la moneda y hacerle
pagar a los trabajadores el costo en la depreciación del poder de compra del
salario. El macrismo aplica la violencia y no le importan las formas
institucionales. Tampoco le importaban a
Sarmiento esas formas, más bien festejaba e impulsaba otro tipo de formas: cuando,
siendo gobernador de San Juan, al recibir la noticia de que habían apuñalado
indefenso al Chacho Peñaloza, y luego decapitado y puesta en una pica su cabeza
en una plaza de Olta, el padre del aula dijo: “he aplaudido la medida, precisamente por su forma” (ver http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/organizacion_nacional/el_asesinato_del_chacho_penaloza.php)
Esta
forma es la forma de la violencia, que a diferencia del sanjuanino también aplican
a la libertad de expresión. Una violencia que censura la voz opositora más
vigorosa de la oposición, que es la voz de Victor Hugo Morales. O que coarta la
posibilidad de que los programas televisivos representantes de más del 48,6% de
los argentinos no tengan posibilidad de salir al aire en los canales públicos,
o que eliminan la Ley de Medios y desmantelan la autoridad (AFSCA) que viene a
ponerle democracia a los medios de comunicación. En esto se diferencian de
Sarmiento, pero a juzgar por los contextos no difieren de sus premisas básicas
que proponen “la violencia en todo”.
La
historia de los gobiernos de derecha, en todas sus expresiones, siempre han
sido sangrientas y autoritarias, justamente porque juzgan a las formas que
pueden contrapesar sus decisiones como obstáculos para sus intereses. Por encima
se calzan el ropaje del consenso, el diálogo, la tolerancia o el respeto a la
opinión del otro. Tenemos fundadas razones para no creerles y pensar que es muy
probable que nos vuelvan a suceder las mismas cosas.
Nelson
Pascutto
1 comentario:
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