El 24 de marzo Barack Obama pondrá un pie en Argentina |
La
visita a la Argentina del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el
próximo 24 de marzo, fecha en que se conmemoran los cuarenta años del
sangriento golpe militar de 1976, es una provocación.
No
puede leerse de otra manera, si tenemos en cuenta que los golpes militares de
esos años en Latinoamérica fueron impulsados, organizados y financiados por
Estados Unidos, a través de la triste célebre Doctrina de la Seguridad Nacional y el genocida Plan Cóndor, que instrumentó las
persecuciones y aniquilamiento de toda expresión popular en nuestros países.
Acaso haya sido el asesinato del presidente democrático chileno, Salvador
Allende, el magnicidio más atroz que desnuda groseramente la actuación de todo
el aparato invasor de Estados Unidos sobre Latinoamérica en aquella época.
Unos
treinta años antes, Juan Domingo Perón tuvo que enfrentar en elecciones a la
opción electoral organizada por el embajador de Estados Unidos, Spruille
Braden, quien logró integrar en una coalición, graciosamente llamada “Unión
Democrática”, a la Unión Cívica Radical, al Partido Socialista, el Partido
Comunista y el Partido Demócrata Progresista (un perfil similar, casi calcado,
de los partidos políticos que hoy acompañan a Macri). Perón denunció en su
discurso de lanzamiento de su candidatura a presidente que: “el señor Braden es
el inspirador, creador, organizador y jefe verdadero de la Unión Democrática”,
y que se oponía tenazmente a “sus habilidades para dirigir la política y la
economía de naciones que no son las suyas”, Afirmó que “el embajador Braden,
sin despojarse de su investidura, se convierte en el jefe omnipotente e
indiscutido de la oposición, a la que alienta, organiza, ordena y conduce con
mano firme y oculto desprecio. […] Los discursos, declaraciones y actos del
señor Braden, tanto durante su gestión al frente de la Embajada de los Estados
Unidos como en sus funciones actuales, prueban de manera irrefutable su activa,
profunda e insolente intervención en la política interna de nuestro país.”
Finalmente, por estas razones Perón termina diciendo: “La disyuntiva, en esta
hora trascendental, es ésta: O Braden, o Perón.”
Diez
años más atrás en la historia, la intromisión de Estados Unidos en los asuntos
de nuestros países generó una disputa diplomática con Argentina por la solución
definitiva en la Guerra del Chaco (1932-1938). La guerra que enfrentó a
Paraguay y Bolivia tenía como cuestión de fondo la disputa de los territorios
petroleros. El diplomático norteamericano Cordell Hull actuó defendiendo los
intereses de Standard Oil y Shell, pero fue la mediación del canciller
argentino Carlos Saavedra Lamas la que hizo posible finalizar el conflicto el
21 de julio de 1938 en Buenos Aires, y gracias a su actuación obtuvo el premio
Nobel de la Paz.
Pero
si volvemos por estos años, vale recordar que durante la presidencia de
Cristina Fernández de Kirchner, el presidente Obama no visitó Argentina. No
obstante tuvo tiempo para provocaciones, y en el 2011 sobrevoló la Argentina sin
pedir permiso, para trasladarse de Brasil a Chile.
Fue
George W. Bush el último presidente norteamericano en visitar Argentina, en esa
ocasión sufrió una derrota contundente durante la 4ta. cumbre de las Américas
celebrada en Mar del Plata en noviembre de 2005. Vino a imponer el ALCA (Área
de Libre Comercio de las Américas) y el presidente Néstor Kirchner, en su
discurso y ante todos los presidentes, argumentó el rechazo al tratado por
representar el fracaso de las teorías neoliberales impulsadas por el Consenso
de Washington. Les pidió a los países centrales, entre ellos a Estados Unidos, que
asuman su responsabilidad por ese fracaso. Dijo: “Los mercados por sí solos no
reducen los niveles de pobreza […] En un país con fuerte inequidad reduce la
pobreza en menor magnitud que otro con una distribución del ingreso más
igualitaria. El resultado de las recetas que criticamos son los que se vieron
reflejados en la crisis argentina del 2001 y en la caída de varios gobiernos
democráticos de la región. Para el desarrollo que buscamos, nuestra pertenencia
al MERCOSUR y al mercado regional que le es propio y a la naciente comunidad
sudamericana, es primordial. […] Por eso seguimos pensando que no nos servirá
cualquier integración”.
El
presidente Néstor Kirchner daba así por finalizado el neoliberalismo en la
Argentina. Años antes, el presidente Carlos Saúl Menem había aplicado las
recetas norteamericanas y se había comprometido tanto que su canciller llegó a
decir que la Argentina tenía “relaciones carnales” con Estados Unidos. Por esos
desgarradores años noventa, el padre de George W era el presidente del norte y visitó
a la Argentina en diciembre de 1990, casi inmediatamente de la asunción de
Menem al poder. Y volvió luego como expresidente a pescar truchas con su amigo.
Esas visitas fueron un reconocimiento a la instauración del modelo neoliberal y
a las políticas de desregulación financiera y desaparición casi absoluta de
toda intervención del Estado en la economía, que condujeron directamente a la
hecatombe económico y financiera del 2001.
El
golpe de estado del 24 de marzo de 1976 inició la etapa neoliberal con persecuciones,
sangre y desapariciones, y su continuidad en democracia fue aplicada en la
década gobernada por Menem. Se estatizaron las deudas y se privatizaron las
empresas. En términos económicos nada diferenció a la dictadura del menemismo. El
proceso que inicia la presidencia de Macri es la tercera etapa. La derrota de
la centroizquierda en la Argentina abre nuevas perspectivas en todo el
continente para la reinstauración de los modelos económicos neoliberales. Las
señales fueron inmediatas: reducción de las retenciones a la soja, eliminación
de impuestos a las mineras, publicidad y televisación masiva para los medios
monopólicos de comunicación, pago sin restricciones a los fondos buitres,
despidos masivos en todos los niveles del estado (municipales, provinciales y
nacional), desmantelamiento de los planes de asistencia y apoyo social. Al
mismo tiempo se condicionan las paritarias y se ponen techos a los salarios en
todos los rubros laborales, estatales y privados. Y al que no le guste: encarcelamiento
de líderes sociales y populares, represión y protocolo de seguridad antipiquete.
Las
provocaciones que acompañan a todas estas medidas son muchas pero las siguientes
bastan como botón de muestra: la represión a chicos de una murga, el intento
policial de impedir la ronda de los jueves a las Madres de Plaza de Mayo, la
propuesta de un 40% de aumento a los docentes para luego desdecirse y negarla.
En
este contexto histórico y actual, en una fecha tan importante para los
argentinos, como una burla más del macrismo, Barack Obama visitará la
Argentina. Tardó más George Bush en visitar a Menem, y ese dato no es auspicioso
para esta parte del mundo.
El
presidente Mauricio Macri, que estuvo en la Cumbre Económica Mundial de Davos, que se negó a ir a Ecuador a la cumbre del CELAC (La Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños), y que aún no se reunió con el Papa Francisco,
argentino y enemigo del neoliberalismo, el próximo 24 de marzo recibirá al
presidente de Estados Unidos Barack Obama, para celebrar juntos la reinstauración del neoliberalismo, después de cuarenta años de su imposición a sangre y fuego en la Argentina: toda una provocación para los pueblos libres de Latinoamérica.
Nelson
Pascutto
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