Cuando Alfonsin asumió la presidencia tenía catorce años. Había vivido la vuelta y la muerte de Perón, el trágico gobierno de “Isabelita”, el temor a salir a las calles de la ciudad de La Plata, los comentarios acerca de personas que ya no estaban porque “algo habrán hecho” , los retenes de soldados en las rutas (había que pasar siempre con las luces encendidas del interior del auto), el ruido de bombas y disparos por las noches y hasta la intempestiva ocupación por militares de una escuela de Mar del Plata donde cursaba primer grado. Puedo ver aún la cara desencajada de mi madre pidiendo por mí entre soldados armados y enojados (“están buscando a un nene que trajo una pistola de agua”, me confesó temeroso un compañerito) Recuerdo también el mundial ´78, el gauchito, la canción que comenzaba diciendo: Vein-ti-cin-co mi-llo-nes-dear-gen-ti-nos jugareeemos el mundiaaalll... ¡La televisión a color de un vecino!, y la emoción de ver al “Increíble Hulk” con su color verde junto con mis amiguitos de la cuadra. ATC, Argentina Televisora Color. No puedo olvidar que pertenecen a esa época los almuerzos de Mirta Legrand y el anuncio de un “Tiempo Nuevo” de Bernardo Neustadt y Mariano Grondona. Los dos brazos en altos de Videla festejando la Copa del Mundo... Hoy, ver esa foto, me traslada a aquellos años y parece hacerme sentir y vivir el horror que entonces ignoraba. ¡Las Malvinas son argentinas! El comunicado del Estado Mayor Conjunto número uno, la plaza llena con Galtieri y los comentarios de los Sea Harrier abatidos, nos llenaban de emoción y fantasía pistolera en el “campito” del barrio. El single televisivo: ¡Argentinos a Vencer! me ponía la piel de gallina. Era para festejar y sentirse orgullosos de ser argentinos. No era para menos, ganamos el mundial y ¡estábamos ganando la guerra a los ingleses!
Mis primeros años fueron tiempos de uniformes, de disciplina, de no preguntar, de no hablar mucho..., todo eso era natural. La palabra Patria, ¡Patria!, a los gritos y con la P bien marcada. Los himnos, la bandera, San Martín y sus laureles..., y presidentes con uniformes y uniformes en las calles y uniformes en la escuela y uniformes, uniformes y uniformes que explicaban todo. No había nada que entender porque mejor era desentenderse... Luego comencé a escuchar que los milicos se van..., se van porque perdieron la guerra. Y, ¿quién viene si se van los milicos?, ¿a dónde se van? Vienen las elecciones, me dicen. ¿Qué son las elecciones?... ¿La gente elige?, ¿qué elige?, ¿por qué hay que elegir? ¿Cómo son las elecciones?, ¿democracia?, ¿qué es la democracia?, ¿peronistas, radicales...?, ¿qué son los partidos políticos?, ¿papá, sos de algún partido político? Tengo un amigo que dice que es radical, ¿y yo qué soy, papá?... Hay mucha gente en la calle, ¿por qué hay tanta gente en la calle?, ¿qué pasó?, ¡¿ganó Alfonsin y es el nuevo presidente?! ¿Un presidente radical?, ¿no era que iban a ganar los peronistas?... ¡Cuanta gente en la calle, parece una fiesta!, ¿se puede salir?, ¿vamos?... Mañana asume y hablará desde el Cabildo... Lo vemos en colores y Alfonsin habla con su bastón y banda presidencial, pero, ¿qué pasa?, no entiendo. ¿Por qué el Presidente no lleva uniforme? Porque no es militar y porque, además, los presidentes usan saco y corbata... Acaso sea la respuesta a todas aquellas preguntas. También a las que no hice.
Y con ese hombre de saco y corbata despertaron los dormidos, volvieron los que se fueron, gritaron los silenciados, ¡hubo fiestas en las calles!, peñas, bailes, música, rock nacional (La dicha en movimiento), guitarreadas en las plazas, comités, unidades básicas, centros de estudiantes, debates, charlas, marchas, banderas, películas, libros, militancia, mucha militancia, y política, mucha política. Se notaba la alegría en la calle y la conciencia en las casas. Hubo noticias horribles, y con ellas más preguntas con muchas respuestas. Había ganas de estudiar, de saber y de discutir lo que descubríamos. Nos enteramos de que había más partidos y opiniones y pensamientos. Con el saco y la corbata del presidente vinieron los gobernadores, diputados, intendentes, concejales..., todos elegidos por el pueblo. Las municipalidades estaban abiertas y ahí debatimos la educación en el Congreso Pedagógico, el Nunca Más, el juicio a las Juntas. Ahí hicimos vigilia en esa Semana Santa porque todos, casi sin darnos cuenta que nos estábamos dando cuenta, aprendíamos a defender la democracia. Esa democracia, que era de saco y corbata, que era Alfonsin. Alfonsin, que se nos fue, vino a darnos el debate. Un debate gigante y festivo, en un torrente de diversidad de ideas. Nos aguijoneó con la tolerancia a las diferencias y nos comprometió a participar y a ser responsables con nuestra libertad recuperada, para hacerla más libre. Sus discursos fueron un cachetazo sonoro a las mejillas dormidas y timoratas y una sentencia de “Nunca Más” para los dictadores y genocidas. Y sobre todo cuando gritaba con claridad y emoción el preámbulo de la Constitución Nacional. Alfonsin vino para eso, para devolvernos nuestra Constitución, nuestra libertad, nuestra democracia; vino a ponerse el saco y la corbata para llevar a cabo lo que ahora escribo de memoria: constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad. Para nosotros. |
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