Los defensores de la cordura hegemónica y monopólica, ofendidos con la expropiación de YPF, responsabilizan a nuestra Presidenta de contradecirse porque en la década del noventa participó del apoyo a la privatización de la petrolera argentina, hecho que la desautoriza y deslegitima para tomar tal medida. En definitiva, le exigen coherencia. Sin embargo, la coherencia, en el discurso y en las acciones, no es, necesariamente, tan legítima como la contradicción.
Se puede ser: a) coherente en las contradicciones o, b) consecuente con la contradicción.
Ejemplo del primer caso: cuando Carlos Saúl Menem y Adolfo Rodríguez Saá se reunieron el 6 de julio de 2007 en Potreros de los Funes, para aunar esfuerzos y elegir un candidato presidencial que pueda disputarle la elección de octubre de ese año al kirchnerismo, ambos invirtieron sus discursos y acciones para acomodarse al momento político.
Menem reconoció que Rodríguez Saá podría ser su sucesor político y Rodríguez Saá dijo que Menem era su hermano. A pesar de que un tiempito antes, en el 2002, Rodríguez Saá cuando era candidato a Presidente había dicho que: “Menem, sostiene la corrupción estructural en la Argentina (…) Es el representante más emblemático del pasado y del establishment argentino (…) En San Luis, durante 18 años, hicimos las cosas al revés de lo que se hizo en la Nación y aquello fue un éxito y la Argentina es un fracaso” (Página 12; 14/7/2002). Y Menem no quiso recordar que Rodríguez Saá “le daba pena como político” cuando lo escuchaba decir lo que dijo un tiempo antes en el programa de Majul para afirmar, una vez más, que con el puntano representaban el “peronismo puro”.
Luego el puntano, al ser entrevistado en el programa “Hora Clave”, dijo que él no había dicho lo que dijo, es decir que la década del 90 fue lo que Menem dice que fue y no lo que él dijo que fue. Y el riojano dijo: “yo siempre incursioné en el mundo de la política desde la centroderecha” y que no era cierto que los votos obtenidos en 1989 representaban una voluntad nacional y popular histórica del peronismo.
¿Qué es lo contradictorio en el ejemplo?: oponer un discurso que se sostiene en dos planos: (i) en relación a las condiciones sociales que lo determinan (Rodríguez Saá diciendo que “la década del 90 sostuvo una corrupción estructural que llevó a este desastre nacional” en pleno cacerolazo); a (ii) un discurso que representa la necesidad de sostener los contenidos de una postura ideológica (Rodríguez Saá diciendo que “la década del 90 no sostuvo una corrupción estructural que llevó a este desastre nacional” sentado al lado de Menem)
¿Qué es coherente?, Respetar como jugador las reglas de cada juego discursivo y no sostener al mismo tiempo los dos planos del discurso. Porque, además, se es coherente en la contradicción cuando uno no refuta sus contradicciones, cuando una contradicción no implica la negación de lo que contradice. De esta forma, las contradicciones no se asumen y así quedan indemnes en los dos planos de las acciones o discursos.
El segundo ejemplo lo podemos encontrar en la decisión de la Presidenta Cristina Kirchner de expropiar YPF al grupo empresario Repsol.
Dice Caparrós, por mencionar uno de los pocos argentinos ofuscados y ofendidos con la expropiación de YPF, que “ella y su marido estuvieron entre los líderes más entusiastas de la desnacionalización (…) Ahora cambiaron: su argumento de hoy dice que el Estado argentino debe recuperar algún control sobre sus combustibles porque las importaciones de combustibles se están comiendo el superávit comercial” (http://blogs.elpais.com/pamplinas/2012/04/contra-la-pol%C3%ADtica-petrolera.html) También se difundieron discursos de Néstor Kirchner en ese sentido y documentos del momento en que se impulsaba la privatización.
A esta contradicción, entonces, la Presidenta contesta: “uno no es peronista un momento y después deja de ser peronista. Yo he sido peronista siempre y me hago cargo de lo mío y de lo demás también”. Es decir, aquello que hizo y dijo en un momento hoy lo aniquila haciendo y diciendo todo lo contrario. La Presidenta asume la contradicción para modificar el estado de cosas actual. Es consecuente con la contradicción que asume y se compromete con ella para aniquilarla. Cuanto más precisa y clara es la contradicción, la antítesis, más poder de destrucción tiene sobre la tesis que contradice.
En el primer caso, la coherencia de la contradicción se sostiene a la manera de lo que Wittgenstein llamaba “el juego del lenguaje” (político, agregaríamos nosotros), en el cual sólo es necesaria una regla ad-hoc que se mantiene en el contexto en que se crea. De esa forma R. Saá puede decir una cosa en un contexto y decir lo contrario en otro contexto, respetando solamente la regla del juego del momento. Un analista externo puede ver la contradicción, pero no encontrará jamás su aniquilación, en el mejor de los casos solo hallará su envejecimiento. Por eso Walt Whitmann puede decirse a sí mismo “¿…me contradigo? …Y, ¿qué?,… contengo multitudes”.
En el segundo caso, la Presidenta aniquila la contradicción con toda la fuerza destructiva de la negación dialéctica. Porque se compromete con la negación que saca a la luz la contradicción. Y modifica la realidad a la manera en que el esclavo hegeliano modifica la materia transformándola con el poder negador de su trabajo. Y al destruir la contradicción, actúa directamente sobre la Historia. Por eso la expropiación de YPF es un salto histórico, porque no deja indemne la contradicción, la demuele, la extermina.
En la coherencia en la contradicción hay juegos y reglas acomodaticias y oportunistas; en la consecuencia con la contradicción se transforma la realidad, se hace Historia.
¿Qué es más legítimo, entonces? O más bien, ¿qué es legítimo? ¿Dónde hay más compromiso con la verdad y la Historia? ¿Es más legítimo que la Presidenta sea coherente con un discurso que no acompaña y que daña los intereses nacionales y populares, solo porque lo sostuvo en un momento anterior? O, en cambio, ¿resulta ser legítimo asumir la contradicción, y comprometerse consecuentemente para aniquilar y transformar el estado de cosas en beneficio de todos?
La Historia tiene el sentido que el compromiso y la consecuencia de los actos de los hombres le imprimen. Nada avanza sin nuestra voluntad transformadora. Y en esa dirección, nuestra Presidenta Cristina demostró, una vez más, que nuestro destino y futuro como país, y como hombres y mujeres que somos, necesita del compromiso y la consecuencia de nuestros propios actos. Solo así es posible que hoy podamos decir que YPF en nuestra.
Festejemos, la Presidenta y todos los que la acompañamos dimos un gran paso para nuestro pueblo y un gran salto para nuestra Historia.
Sergio Carciofi (2012)
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