“… un “dios” si se quiere, pero ciertamente solo un dios artista completamente amoral y falto de escrúpulos que, en el construir y en el destruir, en el bien y en el mal, quiere llegar a descubrir su placer y soberanía, un dios que, creando mundos, se desprende de la necesidad de la plenitud y la sobreplenitud, del padecer de la antítesis que en él se amontonan”
Friedrich Nietzsche
“El Nacimiento de la Tragedia”
Pág.49 Ed. EDAF, 16 ed., Oct. 2003
Siempre hemos hablado de Maradona. ¿Te pusiste a pensar cuántas veces en tu vida pronunciaste el apellido Maradona? (además de gritarlo en una cancha o mirando un partido), ¿y para qué lo hiciste?, ¿para elogiarlo?, ¿para criticarlo?, ¿para contar lo que hizo?, ¿para contar lo que no hizo?, ¿para opinar sobre lo que debería o no debería hacer?, ¿para opinar sobre lo que hace?... Seguramente por esto y por muchas cosas más; pero básicamente todos lo hacemos porque conocemos y vivimos cada paso de su vida. Sabemos que fue muy pobre y que fue muy rico, que se quedó sin dinero y que volvió a tenerlo, que jugaba a la pelota en una villa de emergencia y que jugó al fútbol en casi todos los estadios mundialistas del planeta, que se casó con su primera novia pero jamás dejó de tener novias, que él tuvo a sus hijas y otras tuvieron a sus hijos, que tiene como amigo a Carlos Menem y también a Fidel Castro, que a los dos los apoyó políticamente, que como jugador de Boca dijo que Macri es un cartonero por no pagar lo que corresponde y que después (trabajando para Macri) dijo a los jugadores de Boca que si no hay títulos no hay plata, que salió campeón del mundo con la selección dirigida por Bilardo, pero que su ídolo como técnico es el Flaco Menotti, que se drogó y que dejó la droga, que dejó el fútbol y que volvió a jugarlo, que estuvo muerto y que volvió a la vida; y que con su picardía y trampa le hizo a los ingleses el gol más gritado por los argentinos y que seguidamente con su habilidad y talento le hizo otra vez a los ingleses el gol más hermoso y admirado de la historia del fútbol.
Lo bueno y lo malo, pobreza y riqueza, destrucción y construcción, honestidad y trampa, talento y desquicio,… ¿significa algo para este dios? ¡Rotundamente no!. Nada puede significar para el arte. Porque un dios no puede ser otra cosa que un artista, y un artista no necesita de la moral para llevar adelante su obra. Porque un artista, es decir un dios, es todo lo posible que puede ser, es decir la vida misma. Y este dios, todo creación y talento, todo miseria y desquicio, trae todo consigo y nada de todo lo suyo existe antes de él, vino a desparramarlo, vino a arrojarlo, vino a vivirlo. ¿Qué otra cosa era Maradona corriendo y jugando por los estadios del Mundial de México, que no sea la vida en su más auténtica y máxima expresión?, ¿qué moral debe tener un hombre que al tomar con sus pies, o con su mano, una pelota puede hacer con ella lo que jamás un mortal puede hacer? ¡¿Qué valores tiene el talento?!
El Diego dice “me equivoqué y estoy pagando, pero de ninguna manera, les guste o no… voy a cambiar. Que me perdonen si se sienten mal. Voy a pensar de la misma manera hasta el día que me muera. Nadie me va a hacer cambiar: ni las mujeres, ni los hombres, ni los periodistas, ni la ley, ni nada”[1]; es decir dios dice: soy todo lo posible y vivir significa todas mis maneras y formas de vivir. La vida, en tanto vida, me exige que nada la haga cambiar. Mi desmesura y mis contradicciones representan mi máxima exaltación de lo que soy y mis momentos de dolor son tan necesarios, vitales y verdaderos como mis momentos de gozo. Esta es la esencia de mi naturaleza y lo que represento es todo lo que soy y, a la vez, todo lo que no puedo dejar de ser.
Sin embargo, todo lo bueno y malo de su simbología, su pobreza y riqueza, su destrucción y construcción, su honestidad y trampa, su talento y desquicio; ¿significa algo para nosotros? ¡Rotundamente sí! Mucho significa para una sociedad construida sobre bases morales la expresión máxima de un arte que desnuda nuestra propia hipocresía. El Diego hizo el primer gol a los ingleses con la mano y nos encantó, pero no podemos aceptarlo porque tenemos que anteponerle ese velo de lo que corresponde, que no es otra cosa que la distancia que necesitamos darle a nuestra relación con este dios. Y esa distancia nos reemplaza a este dios (tan real, tan auténtico, tanta vida) por la imagen ilusoria e ingenua de lo que creemos que debemos ser nosotros, los argentinos. El Diego dijo: "Resulta que todo el mundo sabía que fue con la mano y ahora se hacen los ofendidos..."[2]. La verdad es que su obra de arte es tan genial que nadie puede dejar de admirarla, pero al mismo tiempo es tan real, auténtica y vital que nos anula y aniquila nuestra ilusión de llegar a ser lo que deberíamos ser, y, claro nos ofende.
Pero lo más interesante de todo esto es que nuestra obediencia a las costumbres, es decir nuestra tradición, nos coloca una y otra vez, por un lado, ante la fascinación que nos produce la vida en tanto arte, es decir como exaltación máxima de todas las posibilidades de expresión simbólica del hombre; y, por otro lado, ante la ofensa de saber que la provocadora brisa dionisíaca nos sacude permanente y lentamente el velo de la apariencia, para dejarnos espiar, y ver así el engaño que representa nuestro tránsito mínimo por una existencia llena de ingenuas ilusiones. Y mientras transcurrimos reiteradamente por estos costados, hoy dios nos regala su show. “El show del 10”, el que más nos gusta, y lo hace sobre nuestro escenario, el que menos nos compromete y tranquiliza. Porque dios sabe que cuando termine su show caerá el telón para así poder seguir viviendo. Y nosotros, al mismo tiempo, veremos caer el velo de nuestra apariencia para poder seguir diciendo cosas como esta: “Maradona es un símbolo de la Argentina y, es cierto, todos festejamos su gol que hizo con la mano, pero no es necesario reivindicar algo que es incorrecto. Porque reinvindicarlo nos ofende como argentinos, porque la piolada, el curro, la trampa, la burla, la mundialmente célebre picardía criolla no nos hace nada bien como sociedad.”
En resumen, Maradona seguirá haciendo todo lo bueno y todo lo malo, seguirá pobre y luego obtendrá riquezas, se destruirá y se volverá a construir, practicará la honestidad y también la trampa, seguirá siendo talentoso y también desquiciado, es decir, seguirá viviendo. ¿Y nosotros? No nada de eso, ni lo uno ni lo otro, solo seguiremos hablando… de él, como siempre lo hacemos.
Sergio F.Carciofi
Septiembre de 2005
[1] Clarín 31/8/2005 “Diego no se guardó nada” Nota sobre el reportaje del día anterior de Santo Biasatti en su programa “Otro tema” del canal Todo Noticias.
[2] Clarín 30/8/2005 "De ninguna manera fue una burla", dijo Maradona sobre la mano de Dios.
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