Durante su exilio en Argentina, Atilio Buracco aprovechó el abundante tiempo de ocio disponible para dar rienda suelta a su nunca abandonado oficio de escritor y se sintió particularmente atraído a comprender y plasmar en una obra literaria al gran movimiento político argentino, el Peronismo. Luego de algunos meses de intensas investigaciones, finalmente logró elaborar un extenso ensayo al que tituló: "Peronismo, el otro marxismo". De movida, esta denominación generó algunos malentendidos y desacuerdos que le fueron sugeridos mediante amenazas bastante directas por parte de grupos de la derecha del movimiento por lo que, Atilio, veloz de reflejos, lo retituló "Peronismo, el otro capitalismo". Las presiones no tardaron en llegar, esta vez desde los cuadros juveniles de tendencia izquierdista que veían en esa designación, un pisoteo inadmisible a las banderas históricas del justicialismo. Finalmente, Atilio logró publicarlo bajo el nombre: "Peronismo, el otro marxitalismo". De todas maneras, los preparativos para la presentación del manuscrito en el Aula Magna de la Facultad de Sociales, (o sea la distribución de las gaseosas y los sanguchitos) fueron bastante accidentados ya que todo el programa de actos debió suspenderse luego de haber recibido una llamada anónima de un grupo insurgente de la tercera posición justicialista, los "ni yankys ni marxistas", que si bien no habían leido la obra de tío Atilio ni les importaba demasiado lo escrito, rechazaban de plano la posibilidad de que un extranjero, en este caso un hondureño, se arrogara el derecho a interpretar al peronismo, por lo que se adjudicaron la colocación de un artefacto explosivo procedente de la gloriosa industria nacional. Todos los presentes fueron deslizándose hacia la salida, al principio de manera sutil y ordenada y finalmente de forma caótica, dejando dispersos por los corredores papeles manchados de mayonesa y Teem que formaban parte del libro y corresponderían a las conclusiones personales de Atilio Buracco, solitarios supervivientes de un relato que los argentinos deberían conocer:
"El ser humano argentino peronista no es una persona normal. Redefino, una persona normal no puede ser peronista. El peronista tiene algo de irracionalidad y locura que le impiden pertenecer completamente al mundo de los seres normales. Puede, eso sí, ocupar temporariamente una personalidad subrogante que lo haga aparecer ante los demás con una imagen común y silvestre, tanto cuando va al supermercado o cuando renueva el carnet de conducir, pero no, bajo la cáscara guarda algo diferente. Solamente un argentino puede ser peronista. Entender al peronismo es como buscarle sentimientos a una ecuación, como olfatear un espejo, como tomarle la presión a una manzana, como regar flores de plástico, como masturbar a un finado. Imposible y a la vez inútil. Como definir a un peronista? Bueno, peronista es una forma de ser y de entender como funciona el mundo, teniendo muy en claro que anda bastante mal y que debería ser manejado por un discípulo del General. Un verdadero peronista intuye que está llamado a ser protagonista de grandes cosas, no se conforma con el chiquitaje, no conoce de limitaciones a la hora de hacer lo que hay que hacer. Para un peronista presidir la NASA o la Comisión de Fomento de Villa Ortúzar es casi lo mismo, la única diferencia es la repercusión mediática de las decisiones y la cantidad de vocales que votan en cada asamblea. Y está bien que así sea; no es lo mismo invadir Panamá que organizar una rifa para hidrolavar el frente de la Iglesia del barrio. El peronista no es democrático, y esto no una característica que lo desmerece. No es que descrea de la voluntad popular sino que no confía en las palabras, prefiere los hechos. Democracia es una palabreja de definición muy simpática y altruista pero de aplicación mezquina y bastante injusta a los intereses de la sociedad, por lo menos, de este lado del mundo. El fin del peronismo no es un país que vote sino un pueblo feliz. Para un peronista el mejor lugar es el poder y el peor escenario, la realidad.
El peronismo es el gran tahúr ideológico del siglo XX, pues incorpora, como si fueran naipes de baraja, a un mazo gigantesco e imaginario, todas las ideologías existentes, mezcla, corta y comienza a desarrollar un solitario actuando y tomando decisiones de acuerdo a lo que va saliendo. (Aquí es donde la literatura del sistema y la corpo de los finales felices aconsejaría escribir que toma lo mejor de cada ideología para usarlo en beneficio de los demás. Nunca)
El peronismo, visto con los ojos de un peronista, es más importante, antiguos testamentos más, antiguos testamentos menos, que el Cristianismo, porque mientras éste último propone una salvación individual bastante dudosa y al final de la vida, el peronismo ofrece una realización colectiva, en cualquier momento, cuando menos se lo espera. Usted especulará con que el peronismo no garantiza nada de eso ni hay demasiadas pruebas al respecto, yo por mi parte contestaré que es más factible visualizar indicios de una gran transformación peronista en ciernes que contactar a un salvado por el cristianismo regresando a dar testimonio.
Es oportuno para finalizar, citar la definición del filósofo oficial del peronismo, don Jacques Tex Tousseau: "Cómo te explico para que lo entiendas?. A ver: ser peronista es como tener el álbum vacío pero la figurita difícil en el bolsillo. Y sos feliz, porque sabés que algún día, si te lo proponés, aunque te lleve mucho tiempo, lo vas a llenar. En cambio, ser de los otros, es como tener el album casi lleno pero te falta la difícil, y en el fondo sabés que hagas lo que hagas, nunca, nunca lo vas a poder completar. Tendrás todas las figus, pero te falta la tarántula, pibe"
Enrique Buracco
18/04/2012
2 comentarios:
excelente!!!
Muy Bueno Don Quique... Permitame la intromisión literaria, le haría un agregado a la oración "... teniendo muy en claro que anda bastante mal y que debería ser manejado por un discípulo del General, no porque lo vaya a mejorar mucho, pero al menos es "del palo"...
Publicar un comentario