Este
año los socios de Racing Club de Avellaneda tendrán la posibilidad de participar
en elecciones, para renovar las autoridades que dirigirán la entidad por un
nuevo período.
Tal
noticia no sería una novedad, si la vida institucional de Racing transitara por
un derrotero de normalidad y seriedad. Bastaría con ejemplificar que las
autoridades salientes debieron reacomodarse en su gestión por la renuncia del
presidente y el vicepresidente, después de un bochornoso tire y afloje
inexplicable y sin el más mínimo sentido de la responsabilidad.
Lo
cierto es que el desbarajuste crónico de la institucionalidad del club se ve
reflejado en
los paupérrimos desempeños en lo futbolístico (aunque por estos días estemos viviendo el veranito que nos regala Bou) Racing ya no juega partidos internacionales y, cuando muy excepcionalmente lo hace, el resultado es poco menos que lastimoso y frustrante. En los campeonatos locales son contadas las veces que la Academia ha logrado ganar tres partidos seguidos, y ni hablar de los clásicos que esporádicamente gana y, casi siempre, con un esfuerzo que termina resintiendo el resultado del partido siguiente.
los paupérrimos desempeños en lo futbolístico (aunque por estos días estemos viviendo el veranito que nos regala Bou) Racing ya no juega partidos internacionales y, cuando muy excepcionalmente lo hace, el resultado es poco menos que lastimoso y frustrante. En los campeonatos locales son contadas las veces que la Academia ha logrado ganar tres partidos seguidos, y ni hablar de los clásicos que esporádicamente gana y, casi siempre, con un esfuerzo que termina resintiendo el resultado del partido siguiente.
En
los comienzos de cada torneo la hinchada siente que “este es el año Academia”.
Se entusiasma con las nuevas incorporaciones, con el nuevo técnico, pero
después de dos o tres partidos todo se derrumba poniendo al desnudo, una vez
más, la incapacidad de la dirigencia y el pobre estado institucional del club.
Y,
¿por qué pasa esto?, ¿cuáles son las razones de que Racing caiga siempre en el
escándalo de las renuncias, cambios de técnicos y malos resultados que nos
ponen al borde de perder la categoría?
Algunos
piensan que esa especie de idiosincrasia racinguista del aguante, que banca
todo y que se regodea de su fidelidad y amor por la camiseta, es el bosque que
nos hunde en la oscuridad del fracaso. Pero resulta que tal visión no es más
que un árbol que tapa, entre muchas otras cosas, algo que es central en la vida
institucional del club: la falta de experiencia democrática.
Desde
que volvió la democracia a nuestro país en 1983, Racing nunca tuvo una
verdadera continuidad democrática ni los dirigentes estuvieron a la altura del
esfuerzo nacional en ese sentido. Arrancó en la Primera B, volvió a primera
división en 1985 y, después de pasar una gestión que tuvo un éxito aislado (la
Supercopa de 1988) de la mano de Juan De Stéfano, sobrevino una caída
institucional que en cuatro años llevó al club a la quiebra. Desde el 4 de
marzo de 1999 hasta el 21 de diciembre de 2008, es decir durante casi nueve
años, Racing Club estuvo bajo la administración de un juzgado primero y gerenciado
por una empresa después, la cual tuvo el paradójico logro de obtener el
campeonato del 27 de diciembre de 2001, en medio de la hecatombe
económico-financiera que casi desintegró al país. Por lo tanto, recién cuando asumió Rodolfo
Molina es que se podría hablar de un verdadero ejercicio de la democracia en la
institución. Sin embargo, la falta de experiencia democrática, la inexistencia de
dirigentes con voluntad y capacidad de conducción institucional, privó a la
Academia de reiniciar un proceso político capaz de impulsar y sostener una
administración seria y responsable.
Aunque
con más errores que aciertos, luego de la gestión de Molina hubo una esperanza
de continuidad. De hecho, los socios vieron con buenos ojos que una
administración pueda proyectarse en el tiempo y redondear un proyecto que pueda
servir de base a esa experiencia democrática tantas veces truncada y, por esa
razón, extendieron su confianza a la fórmula Cogorno-Molina.
Pero,
al poco tiempo, la ignorancia supina y pusilanimidad en el ejercicio
administrativo y político de estos dos dirigentes descabezó a las autoridades
del club. Se vieron obligados a renunciar por su propia ineptitud y falta de grandeza,
esquivando la responsabilidad de darle a la Academia esa continuidad
institucional y democrática que tanto necesita. No obstante no es justo echarle
toda la culpa a Cogorno y Molina, también los demás dirigentes, por falta de
iniciativa o falta de huevos, dejaron al club en un estado de acefalía
gobernado por un tal Victor Blanco, un desconocido de nacionalidad española que
nadie votó ni nadie eligió para conducir los destinos de Racing Club. Lo
plausible hubiera sido reunir a todas las agrupaciones racinguistas, a todos
los dirigentes, a todos los socios y conformar una comisión de emergencia para
convocar rápidamente a elecciones y devolverle al club la representatividad que
hoy no tiene. Sin embargo nada de esto sucedió.
La
dirigencia de Racing es inmadura, no tiene trayectoria democrática ni ha
consolidado institucionalmente al club. Por contrapartida, Racing aún tiene un
largo camino por recorrer en lo que a democracia se refiere. Este año hay
elecciones, los socios debemos, por el bien de nuestra querida Academia, no
perder de vista este aspecto esencial para nuestra vida política. Y para eso
hay un solo remedio: participación, compromiso y responsabilidad. No dejemos
que nos vendan más espejitos de colores.
Sergio
Carciofi
Socio nro. 013054-1
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