La reciente Ley de presupuesto 2014 que Massa rechaza rotundamente con la excusa de la inflación, es el presupuesto que tiene como prioridad seguir con programas de inclusión, como Conectar Igualdad.
Se acercan las elecciones legislativas del 27 de octubre y el massismo prefiere mantenerse oculto para evitar cualquier tipo de desgaste en campaña. De esta manera, se preserva de que los electores descubran al lobo con piel de cordero que asoma, a veces, en los dichos de Sergio Massa, preocupado por el hecho de que "se use la plata de los trabajadores y de los jubilados para destinos que no tienen nada que ver con la seguridad social, como es la compra de computadoras".
El grupo económico que lo asesora tiene un plan: desfinanciar al estado, favoreciendo su paulatino retiro de la economía para volver a las viejas recetas neoliberales. Presentarse como los “genios” en resolver los problemas de “la gente” con programas como los de metas de inflación, a través de los cuales –supuestamente- se recrean las condiciones necesarias para estimular la inversión privada, como lo expresara el intendente de Tigre en reuniones con empresarios.
Y es aquí donde me quiero detener, porque el proyecto político será el determinante de un modelo económico que permita establecer límites o no a los poderes fácticos. El kirchnerismo entiende que debe estimular el consumo interno para generar inversión y de esta manera más empleo, pero para el massimo el círculo virtuoso comienza con estimular la inversión privada y dar señales claras al mercado, porque interpreta que la inversión es función automática de un buen “clima de negocios”, es decir de seguridad jurídica para imponer altas tasas de ganancias. Según esta visión, el crecimiento y el mayor empleo, son consecuencia de este supuesto circuito de la felicidad. Estas recetas nos hacen recordar la vieja teoría del derrame, que plantea dejar la economía bajo la tutela de la mano invisible del libre mercado que todo lo asigna eficientemente, sin necesidad de un estado regulador. Una mano invisible que en realidad no es, ni más ni menos, que el establishment local en connivencia con el internacional para obtener mano de obra barata, con políticas tributarias regresivas, y en consecuencia el inevitable resfrío de la economía, con bajas tasas de crecimiento y posterior estancamiento. A partir de este proceso seguramente los niveles de inflación habrán bajado, pero a costa de mayor desempleo. Sería algo así como matar al animal para que no tenga más fiebre, olvidando lo que le costaron a la Argentina los diez años de convertibilidad y neoliberalismo con alto desempleo, permanente endeudamiento del país y venta del patrimonio nacional, para generar las divisas que permitieran sostener la macroeconomía del plan económico menemista; todo esto en el contexto de un Estado presente para asegurar el libre mercado pero ausente en políticas que mejoren el empleo y la distribución del ingreso. En definitiva, la mano invisible de Adam Smith resolviendo el libre juego entre la oferta y la demanda.
En efecto, el establishment local y el massimo se sienten más cómodos con el achique estatal en contraposición al kirchnerismo, que prefiere reformular el Estado para decidir las políticas económicas sin condicionamientos, y a la vez tutelar los intereses de la masa trabajadora y de los sectores más vulnerables. A los hechos me remito: el oficialismo ha logrado una permanente mejora del Coeficiente de Gini, que nos indica que cuando más se acerca a cero, mejor es la distribución del ingreso, llevando este indicador, en esta última década, de 0,513 a 0,414. Esto indica claramente la reducción en las desigualdades entre los diferentes sectores sociales, que en definitiva termina expandiendo y mejorando los estratos salariales de la clase media, con una tasa de desocupación cada vez más cerca del pleno empleo.
Por otra parte, no conviene olvidar la diferencia entre ‘igualdad de oportunidades’ e ‘igualdad de condiciones’. François Dubet en su libro Repensar la justicia social, considera que tenemos que tener cuidado “cuando hay dirigentes que prometen ‘igualdad de oportunidades’ a secas, interpretando como justas las inequidades porque las mismas están abiertas a todos los individuos, y cada uno avanza en función del mérito personal y sus condiciones para aprovecharlas. Hacen un culto al éxito individual y la competencia. Debemos como sociedad entender que no hay otro camino que priorizar en una mayor ‘igualdad de condiciones’, que tiene más que ver con las mejoras en las políticas de ingresos, de acceso a los servicios públicos y de programas sociales con protección de los sectores mas postergados. La misma acrecienta la igualdad de oportunidades de manera más equitativa. En cada caso los intereses y actores que intervienen son diferentes, el primero prioriza el ser libre e individualista y el segundo el ser colectivo y solidario”.
Esto implica, como lo viene haciendo el oficialismo, llevar a cabo políticas que efectivicen la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Por ello, entre varias políticas inclusivas de este gobierno, figura Conectar Igualdad, que al reducir la brecha tecnológica, se transformó en una herramienta indispensable para los niños y jóvenes. Si el massismo no puede entender esto, muy poco puede entender de políticas sociales con asesores económicos como Lavagna, Peirano, Lousteau y Redrado entre otros. Y hago mención de ellos particularmente porque si bien formaron parte del gobierno kirchnerista, ninguno estuvo de acuerdo nunca con las políticas monetarias, fiscales y económicas llevadas a cabo por el oficialismo, por una sencilla razón: no quieren ni quisieron nunca representar al pueblo sino al poder económico concentrado, y siempre estuvieron catalogados como meros técnicos, los suplentes de los que habla la Presidenta, siempre lejos de una visión de la economía como una ciencia social y al servicio del pueblo.
El hecho de conectar igualdad busca consolidar con políticas de crecimiento y desarrollo las mejoras de los sectores populares y medios, en consonancia con el Proyecto Nacional iniciado en el 2003. No es casual que el massismo prefiera desconectar igualdades, si busca convencer a una clase media temerosa del avance de derechos y oportunidades de una enorme franja de trabajadores. El oficialismo ha comprendido muy bien la igualdad de condiciones cuando su agenda son las políticas inclusivas y sustentables en áreas sensibles, como la educación, salud, vivienda, servicios básicos y transportes entre otros. Estas políticas inclusivas son las más difíciles de conservar ante el permanente ninguneo de economistas del establishment que presagian el apocalipsis con la cadena del desánimo y sus permanentes zonceras. La reciente Ley de presupuesto 2014 que Massa rechaza rotundamente con la excusa de una supuesta subestimación de la inflación, es el plan que tiene como prioridad seguir con el programa Conectar Igualdad en un marco donde la ciencia y la tecnología es la clave del futuro y la agenda de hoy, además de seguir invirtiendo en la educación, asignación universal por hijo y jubilaciones para continuar atendiendo a los sectores que más lo necesitan.
Por lo tanto se puede inferir que el massismo solo quiere la igualdad de oportunidades sin igualdad de condiciones, muy propia de los gobiernos liberales donde se valora solamente el esfuerzo individual y la libertad empresaria para volver a conectar privilegios, mientras que el kirchnerismo desea continuar conectando igualdades pero en igualdad de condiciones, poniendo el foco en la justicia social como generador del entramado social necesario para una sociedad cada vez más justa y solidaria.
Luciano Carciofi
No hay comentarios:
Publicar un comentario