martes, 30 de agosto de 2011

RECOLECCIÓN DE PRINCIPIOS: "El príncipe de Maquiavelo, con notas de Napoleón y Julio Cobos" (*)

Soy asistente de cámara en un canal de televisión por cable y, si no fuera porque puedo presenciar situaciones desopilantes como la que voy a contarles, ya estaría dedicado a otra cosa.
El canal no tiene rating, de hecho casi nadie lo conoce, pero la semana pasada alcanzó su pico máximo de 0,01 puntos cuando nuestro conductor estrella, Mario Orlando, entrevistó al muy citado, pero poco conocido escritor y político florentino, Nicolás Maquiavelo, al otrora Emperador Napoleón Bonaparte y al actual Vicepresidente de la Nación, Julio César Cleto Cobos.
La idea inicial del programa era debatir acerca de las habilidades y principios que deben tener los políticos en el desempeño de sus funciones como líderes pero, como era de esperar, la figura del Vicepresidente argentino tomo relevancia en la discusión a raíz del tan resonante voto “no positivo”, que terminó con la idea del gobierno nacional de imponer las retenciones móviles a las exportaciones de granos.
Comenzó con una tímida exposición introductoria de los panelitas, excepto de Napoleón que, de manera soberbia y tal vez irritante, se apresuró a aclarar: “Podrá decirse todo cuanto se quiera; sin embargo, lo capital en este asunto consiste en conservar el poder y preservar el buen orden del Estado”. A continuación se entabló el debate, cuyo momento televisivo fue el siguiente:

Conductor: —Señor Maquiavelo, usted sostiene que hay dos formas de acceder al poder y convertirse en mandatario: por méritos y por suerte; ¿podría precisarnos esta idea?

Maquiavelo: —Son ya conocidos los ejemplos que doy al respecto en mi libro El Príncipe, uno es el de Francisco Sforza y otro el de César Borgia. El primero se convirtió en duque de Milán y conservó su poder con poco trabajo gracias a los cimientos que, con mucho esfuerzo, logro construir anticipadamente; en cambio el segundo adquirió el Estado de la fortuna de su padre y con la de éste lo perdió... —dijo de manera concluyente.

Napoleón: —¡Para el primer caso, mejor ejemplo que yo imposible y, para el segundo, nada más oportuno que el Vicepresidente que nos acompaña en esta mesa! —grita recostándose sobre el respaldo de la silla, al tiempo que vuelve a colocar a la altura del pecho su mano derecha debajo de su saco.

Conductor: —Señor Vicepresidente, ¿Usted cree lo mismo que el Emperador? —preguntó ciñendo el entrecejo.

Cobos: ¬—No estoy de acuerdo con el Señor Napoleón. Yo me sumé al gobierno a través de un acuerdo de sectores políticos, no de un partido. Llegamos con la intención de conformar un espacio amplio, plural, donde sabíamos que teníamos disenso en algunas cosas y que íbamos a tratar de construir una propuesta común pero con la discusión previa de los temas de fondo. —respondió dejando entrever cierto nerviosismo.

Napoleón: ¬—Vicepresidente, debe saber que lo que dice son todas trivialidades. Es imposible que usted tome el vuelo de un líder de Estado sin el favor de quien lo promovió; pues no podrá mantenerse ni siquiera con muchísimo esfuerzo. —retrucó.

Cobos: —Si Usted se refiere a la posibilidad de renunciar, le aclaro que no es una opción para mi. El cargo de Vicepresidente merece todo el respeto. Es la institución que la ciudadanía me ha dado, porque es un cargo electivo. —argumentó.

Napoleón: —Una excusa excelente para su tiempo. —le constestó sin dirigirle la mirada.

Maquiavelo: —Sin embargo, hay que tener en cuenta que si el Vicepresidente Cobos no ha fundado los cimientos con anticipación podría colocarlos luego si tiene talento, aún a riesgo de disgustar al arquitecto y de hacer peligrar todo el edificio. —dijo con tono conciliatorio.

Napoleón: —Si tiene talento para gobernar, naturalmente —soltó el Emperador mirando a Cobos de reojo y con una mirada socarrona.

Cobos: —Seré Vicepresidente hasta el 2011 y nadie sabe qué puede pasar después —Contestó con el tono cansino de quien ya ha repetido varías veces su opinión.

Maquiavelo: —Señor Vicepresidente, creo que no es superfluo hablar de cómo hacer para arraigar en un Estado que se ha obtenido con el apoyo ajeno. —sugirió.

Napoleón: —Nicolás, se trata de un consejo tan valioso que me hubiese gustado oírlo solo a mi...

Cobos: —Por ahora no tengo pensado ser candidato a presidente; sí tengo pensado, como dije, seguir siendo Vicepresidente hasta el 11 de diciembre de 2011. No hay ninguna decisión que me haga cambiar de opinión. —dijo interrupiendo.

Napoleón: —...Como venía diciendo, Don Nicolás, se trata de un consejo tan valioso que, en mi siglo,  me hubiese gustado oírlo solo a mi pero ocurre que nos saben interpretarte, lo que es igual. —dijo sugerentemente.

Maquiavelo: —Si tiene valor y ambición, Señor Cobos, Usted que llegó a vicepresidente mediante la fortuna y las armas ajenas deberá necesariamente defenderse de enemigos, conquistar amigos, vencer por la fuerza, hacerse amar o temer por sus colaboradores, eliminar a quienes pueda perjudicarlos, reemplazar con leyes nuevas a las antiguas, ser severo y amable, magnánimo y liberal, disolver a las organizaciones infieles, crear nuevas, conservar la amistad de presidentes y altos dirigentes políticos de modo que lo favorezcan con buen grado. Si usted juzga indispensable hacer todo esto tal vez pueda llegar a ser presidente y sostenerse como tal. —sentenció en tono firme.

Napoleón: —No conocí en mi tiempo a nadie en Europa que se le pueda aplicar este modelo que nos sea a mí mismo. En cuanto a este país, su historia ha tenido como ejemplo a Perón. —dijo irguiéndose en la silla.

Cobos: —Hay que tener prudencia en las decisiones y tratar de actuar en consecuencia. En mi caso, me veo obligado por la dignidad y por mis principios, a expresar aquellas cosas que entiendo que están bien y aquellas cosas que no, a decirlas. En definitiva, yo no cambié mi forma de pensar, el que cambió fue el ex Presidente Kirchner en su manera de construir el espacio plural. —dijo buscando comprensión.

Conductor: —Entonces, Vicepresidente, ¿Usted admite que es un opositor en las mismas entrañas del gobierno? —inquirió.

Cobos: —No lo diría de ese modo. Estoy cumpliendo mi función con la misma convicción y pensando de igual manera que el día que nos sumamos a este proyecto. Obviamente, repito, yo no he cambiado, acá quien cambió fue el ex presidente en su manera de construir este espacio plural. —dijo con fastidio.

Conductor: —Pero es de público conocimiento que usted dirige a un espacio político que está tejiendo alianzas con todo el arco opositor. —insistió.

Cobos: —No voy a privar al sector político que me acompaña de presentar candidatos en las próximas elecciones legislativas que se realicen en cada distrito. —contestó cortante.

Conductor: —Sin embargo, luego de la muerte de Alfonsin, Usted aparece como la figura central de la reunificación de la UCR y, además, representa a la más firme opción presidenciable de la oposición. —continuó indagando.

Cobos: —Solamente estoy intentando la reunificación del radicalismo...

Maquiavelo: —Disculpe la interrupción..., pero la experiencia nos demuestra que son los líderes que han hecho menos caso de la fe jurada, que han involucrado a los demás con su astucia y se han burlado de los que han confiado en sus lealtades, los únicos que han realizado grandes empresas. —aclaró.

Napoleón: —Y para permitirnos nuestros gastos secretos, es preciso tener esos tontos a disposición que confíen en nuestra lealtad. —dijo con insinuación.

Cobos: —Soy incapaz de actuar y pensar como usted lo sugiere, Señor Maquiavelo, me debo al respeto que se merece la institución que la ciudadanía me ha dado. —dijo visiblemente molesto.

Napoleón: —Hablamos de grandes hombres y no de los tontos que se dejan llevar y no pueden ni saben hacer nada por sí mismos. —le contestó a Cobos agresivamente.

Cobos: — No me falte el respeto, Emperador. —gritó.

Napoleón: —Bueh..., al menos usted no ahorra en pretensiones... —mirando a los presentes con sonrisa cómplice.

Conductor: —Sin dudas el Vicepresidente Cobos se ha colocado en una situación intermedia entre el gobierno y la oposición, ¿sería interesante conocer su opinión al respecto, Señor Maquiavelo? —intercedió con la intención de bajar los ánimos.

Maquiavelo: —Creo que nada hace más estimable a un líder como las grandes empresas y el ejemplo de sus extraordinarias virtudes; pero también se estima a un líder que es capaz de ser amigo o enemigo franco, es decir, al que, sin temores de ninguna índole, sabe declararse abiertamente a favor de uno y en contra de otro... —contestó con suficiencia.

Napoleón: —Excepto que luego pueda hacerse el contrapunto. —dijo por lo bajo.

Conductor: —Vicepresidente, ¿Usted cree que no está actuando francamente? —azuzó.

Cobos: —Soy leal y franco a mis principios. —contestó con notable incomodidad y arreglándose la corbata.

Conductor: —Pero, ¿cuál será su posición en las próximas elecciones? —preguntó con un gesto forzado de desconcierto.

Cobos: —En las elecciones, como dije, no voy a privar al sector político que me acompaña de presentar candidatos; sin embargo no asistiré a los actos de campaña... —y levantando la voz para evitar la interrupción de Napoleón continúa diciendo: —...y a la gente le diría que concurra a votar con total libertad, que elijan los candidatos que ofrezcan sus mejores propuestas y que mejor los representen... Mi función es transmitir tranquilidad social —remató.

Maquiavelo: —Con todo respeto le digo, Señor Vicepresidente, que tomar partido es siempre más conveniente que el permanecer neutral. Porque si usted está con los vencedores no solo tendrá el reconocimiento y afecto del vencedor sino que también tendrá el respeto del vencido. De igual forma sucederá si usted se define con quienes luego resultan vencidos. Pero si usted se mantiene neutral e irresoluto como hasta ahora, no logrará tener reconocimiento y afecto ni del vencedor, ni del vencido... Por lo tanto, siempre le será más útil decidirse por una de las partes e intervenir en las elecciones. —recomendó.

Conductor: —¿Está de acuerdo con Maquiavelo, Emperador? —preguntó mirando al Emperador por el rabillo del ojo.

Napoleón: —En mi opinión mantenerse neutral es el indicador de la mayor debilidad en lo que hace al genio. No existe otra alternativa que intervenir. En mi tiempo los que no se definieron y se mantuvieron neutrales en las alianzas anteriores, terminaron siendo sólo mis despojos. —contestó vehemente enarbolando el índice como una espada.

Conductor: —Vicepresidente, después de su voto no positivo Usted dijo que votó así porque no estaba de acuerdo con las retenciones, y que eso no significaba estar en contra del gobierno. ¿No cree que sea una respuesta que evidencia su estado de indecisión? —arremetió.

Cobos: —No lo creo..., pero respecto a lo que aquí se dice, tengo que aclarar que he tomado partido por la responsabilidad institucional que asumí. —dijo con el agobio propio de quien se obliga tozudamente a repetir un argumento.

Conductor: —Pero su decisión lo colocó en contra del gobierno y, a juzgar por sus últimas acciones, está claro que tampoco se termina de definir por liderar un espacio opositor. Es más, una de las principales aliadas a su partido, Elisa Carrió, fue muy clara. Ella dijo que hasta que usted no renuncie no se sentarán a conversar una alianza con su sector. —dijo ampliando su pregunta anterior.

Cobos: —Valoro la decisión de volver a mi partido y, en virtud de ello, también asumo las responsabilidades y las alianzas que en él se asumen —respondió casi automáticamente.

Maquiavelo: —Con esa posición, Señor Vicepresidente, no hallará compasión en el vencedor ni asilo en el vencido porque el que vence no quiere amigos sospechosos y que no lo ayuden en la adversidad, y el que pierde no puede ofrecer ayuda a quien no quiso arriesgarse en su favor. —aconsejó.

Napoleón: —Estimado Nicolás, es una reflexión muy adecuada y conveniente para quienes no son como yo, y particularmente se aplica a aquellos que, como el señor Cobos, nunca contaron con buen juicio como para hacerla...

Luego de estos cruces siguió el debate con otros temas, pero Cobos se retiró antes, molesto, aduciendo problemas de agenda.
Más tarde, Maquiavelo le comentó algunos pormenores inéditos a Napoleón respecto de su complicada relación con los Medici, y Napoleón le señaló algunas observaciones sobre varios conceptos de sus libro El Arte de la Guerra.
Al finalizar, y después de despedirse de la mayoría de quienes estábamos en el piso del canal, Napoleón pasó junto a mi y, entonces, aproveché la oportunidad para preguntarle cuál fue, a su juicio, el peor error de Cobos, y él contestó: no haber entendido que los tributos nunca amedrentan a la codicia del comercio. 

Sergio Carciofi (mayo 2009)
(*) Los diálogos son citas casi textuales de los personajes. Las fuentes son: 1) el libro de Nicolás Maquiavelo: “EL PRINCIPE”, con Notas de Napoleón Bonaparte y Cristina de Suecia; 2) criticadigital.com.ar y clarin.com.ar

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