Desde la capital de la provincia de Buenos Aires, la periodista Yael Letoile nos cuenta sus vivencias como rescatista solidaria de un desastre natural sin precedentes.
José Mammani, de 7 años, y sus hermanas de 4 y de 2, protagonizaron una hazaña. Estaban solos en su casa de Villa Elvira, cuando el agua empezó a subir. Su mamá Rosa había salido y no pudo volver en medio de la tormenta: "las subí arriba del lavaplatos y ahí dormimos hasta que se hizo de día, y después llegaron mis padres"
Desde
el último martes 2 de abril, en intervalos cortos interrumpidos por la falta de
luz, las obligaciones laborales y familiares, y la necesidad más humana y
visceral de ir a poner el cuerpo y la ayuda donde más se necesita, fui dándole
forma a esta ¿crónica?,
que tiene algo de eso pero también de reflexión y vivencia personal, pues el temporal ha sido para todos los platenses –afectados directa o indirectamente – un poderoso y certero gancho de nocaut a la mandíbula.
que tiene algo de eso pero también de reflexión y vivencia personal, pues el temporal ha sido para todos los platenses –afectados directa o indirectamente – un poderoso y certero gancho de nocaut a la mandíbula.
A
esta altura, no hay quien no tenga en La Plata más de un familiar, amigo o
conocido -sino lo ha vivido en carne propia – desastrado gravemente por la
tormenta más atroz que hayamos vivido. Los relatos, todavía húmedos y
hediondos, se asemejan a la peor de las pesadillas: ancianos ahogados en sus
propias casas, hombres y mujeres arrastrados por la corriente cuando intentaban
salvarse o proteger a otros; madres con sus hijos tomadas de una soga
atravesando calles que parecían ríos; familias enteras subidas a los techos que
se desplomaron como torres de cartas... Agua, agua y más agua destruyéndolo
todo: la casa, la ropa, los muebles, el perro.
Las fotos, los
libros, la esperanza, la vida.
Aunque
todavía por estas horas el número es motivo de discusión, autoridades
provinciales ratificaron que son 51 los muertos por el temporal. Hay más de 150
mil personas y 55 mil casas afectadas, lo que representa un 25 por ciento de la
población. Las causas del temporal también son tema de controversia,
pues los
expertos no se ponen de acuerdo siquiera en la cantidad de agua que cayó en La
Plata entre el 2 y 3 de abril. Según las autoridades bonaerenses llovieron 400
mm y de acuerdo al Servicio Meteorológico Nacional fueron 188 mm. Es evidente
que se trató de un fenómeno meteorológico, pero esa certeza resulta
insuficiente para explicar el alcance del desastre.
Durante
el anuncio de una millonaria ayuda para los damnificados, la Presidenta
Cristina Fernández de Kirchner sostuvo que “sorprende” el número de fallecidos
en la ciudad de La Plata y lo contrastó con el hecho de que no hubiera que
lamentar víctimas en Ensenada y Berisso, ciudades “adonde naturalmente escurren
las aguas”, dijo. En el discurso por cadena nacional del pasado viernes, la
mandataria destacó que están en marcha auditorías de la Universidad Nacional de
La Plata, lo que fue leído por los medios como la cristiana sepultura del
futuro político del intendente Bruera. (Ver: http://www.presidencia.gov.ar/informacion/actividad-oficial/26417)
Aparecen
ahora algunos informes que habrían sido desoídos sobre la necesidad de realizar
obras que tengan como eje el arroyo El Gato, epicentro de la tragedia, y las
críticas a la falta de previsión circulan a la orden del día, insinuando lo que
todos queremos saber: si el drama colosal que nos afecta se podría haber
evitado o, al menos, atemperado. Lo cierto es que, en 45 días, la Facultad de
Ingeniería de la UNLP deberá concluir una auditoría técnica de la infraestructura
existente en La Plata que permitirá elaborar un informe técnico y diagnóstico
de la tormenta del 2 de abril y su impacto en la ciudad.
El rol de la
política
El
drama no nos privó a los platenses del paso tragicómico del intendente de la
ciudad, Pablo Bruera, que en un acto semejante al de su par metropolitano, el
alcalde de Buenos Aires Mauricio Macri, atribuyó a su equipo de comunicación el
error en un tuit donde se mostraba
ayudando a los damnificados, cuando en realidad se encontraba de vacaciones en
Río de Janeiro.
La
Presidenta mostró coraje y se desmarcó de toda la dirigencia política
demostrando que cuando el fuego arde, está a la altura de la circunstancias.
Acompañada por el diputado Larroque y el viceministro Berni y a menos de 24
horas de producida la tragedia, recorrió a pie el barrio de Tolosa –donde nació
y vive su madre Ofelia, quien también sufrió la inundación – y dialogó con
franqueza ante vecinos indignados, que le expresaron su enojo e indignación.
Berni
había estado recorriendo la zona en un gomón desde las 6 de la mañana e incluso
participó de un rescate, convirtiéndose –hasta que llegó Cristina– en el único
funcionario nacional que se hizo presente en la zona del desastre ese día.
Un
consternado Scioli se puso al frente de las acciones para evacuar y asistir a
los damnificados, tomando decisiones en el marco de un Comité de Crisis
especialmente conformado para dar respuesta, y se mostró activo frente al
drama, aunque las consecuencias del temporal volvieran fútiles e insuficientes
las medidas.
Durante
todo el miércoles, el miedo a la inseguridad, reconocido por las autoridades
nacionales y provinciales, se agregó como combustible al fuego. El saqueo en un
supermercado del barrio “El Mercadito” y algunos escarceos entre vecinos
alterados en distintos puntos de la ciudad calentaron el clima. Si bien nunca
se concretó, en la noche del jueves se oyó fuerte el rumor sobre la posible
declaración del Estado de sitio.
La solidaridad
Las
colosales pérdidas demostraron, una vez más, que lo mejor que tiene el pueblo
es el pueblo. La solidaridad fue aumentando como la onda expansiva de una
piedra arrojada en un estaque. Las organizaciones políticas y sociales y la
sociedad civil movilizada, ya sea por estructuras como la Cruz Roja, la
Iglesia, los clubes o centros de fomento, protagonizan estos días una cruzada
tan ejemplar como necesaria: hacer llegar a los que más necesitan la ayuda
concreta que requieren.
La
tormenta nos golpeó a todos. Pero, obviamente, no todos estamos parados en la
vida de la misma manera. Hay quienes a causa de los dos metros de agua que
ingresaron a su casa lo perdieron todo: electrodomésticos, muebles, ropa. Pero
tienen trabajo, estarán excusados de presentarse en sus puestos por algunos
días, tendrán facilidades crediticias y otros recursos para recuperarse. A
otros, en cambio, no les quedó nada de nada. Ni el auto ni las herramientas ni
el pequeño negocio que tenían para subsistir. Ni la casa les quedó a algunos. A
esos, que tenían muy poco, no les ha quedado ni la pobreza.
Por
eso, a estas horas, es nimio si usan pechera, visten naranja o verde o están
enlistados en tal o cual partido u organización política. Es central que todos
esos actores dejen de lado las miserias y se arremanguen con y para la gente.
Las inundaciones, dicen los expertos, no vienen solas. Cuando el agua baja, el
barro y las aguas fétidas representan un foco infeccioso que hay que eliminar
para prevenir las enfermedades y mayores desgracias. Hagámoslo, ahora.
No
faltó tampoco quien hizo leña del árbol caído. Hay unos pocos en la Argentina
que lejos de la miseria y la desgracia ajena, aprovechan cualquier excusa para
denostar la política. Que yo sepa, esa mala, regular o buena, es la única
herramienta que tenemos para transformar la vida de las personas. Para bien o
para mal. Por eso, la falta de Estado, o la escasa previsión que parece haber
habido en este desastre, se resuelve con más Estado y más política pública.
Aguasfuertes y
no tanto
La
lluvia no daba tregua al promediar las 8 de la noche del martes feriado. A
baldazos llovía. A modo de ejemplo, en un sector que no se inundó como el
Barrio Hipódromo – donde vivo – el agua borraba los cordones y corría por calle
36 hacia el este como un toro desbocado. Se empecinaba en ingresar por todas
las puertas y ventanas, pero cedía y escurría por las rejillas debido a una
tarea familiar organizada y constante.
Cierta
intranquilidad, expresada en algunos llamados de familiares y amigos, empezó a
teñir el ambiente a alrededor de las 8.30 justo cuando el portal de El Día
consignaba "Incendio en la Refinería de YPF", ubicada en Ensenada, a
escasas 20 cuadras de mi casa. Pero enseguida se cortó la luz y la incertidumbre
tomo cuerpo como un bebé en la panza a los tres meses de gestación. Para
quienes vivimos en la ciudad, la posibilidad de que el cuadrado perfecto, o al
menos buena parte de Berisso y Ensenada, vuele por el aire a raíz de una
explosión en la destilería; es un mito profundamente arraigado en el imaginario
social.
Sin
una radio a pila, y en medio de la noche, recurrimos al celular para despejar
temores y tomar las decisiones correctas. Se trataba de uno de los hornos, pero
el fuego estaba controlado. Con esa seguridad, apagamos las velas y nos fuimos
a dormir. Ni en ese momento, ni al día siguiente hasta las 8 de mañana, cuando
entre otros datos, la mujer que cuida a mis hijos me avisó que aunque el agua
no había entrado a su casa era imposible salir del barrio La Cumbre; no
sabíamos ni nos imaginábamos lo sucedido.
Pequeño héroe
En
otro barrio, a más de 50 cuadras de mi lugar en el mundo, en uno infinitamente
más precario que el mío, José Mammani, de 7 años, y sus hermanas de 4 y de 2,
protagonizaron una hazaña. Estaban solos en su casa de Villa Elvira, cuando el
agua empezó a subir. Su mamá Rosa había salido y no pudo volver en medio de la
tormenta. "Las subí arriba del lavaplatos y ahí dormimos hasta que se hizo
de día, y después llegaron mis padres y nos sacaron", me contó orgulloso
con acento coya el sábado cuando lo encontré en el centro de evacuados de 82 y
116. "Ya estaban blancas de frío", dijo refiriéndose a las nenas.
"Vos sos un héroe, ¿sabés? Como Superman", me salió. Y él sonrió y se
recostó sobre Rosa. "Quiere que le haga un regalo por eso, pero todavía no
puedo", dijo ella sosteniendo en brazos a su hija más chica.
Seguro
a muchos les resulte una tierna nota de color, pero yo quiero, trabajo y deseo
fervientemente, que en mi país, en mi ciudadevaperón,
los Josés no pasen solos el día
cuando su mamá sale a trabajar y mucho menos sean Supermanes de sus hermanos más chicos cuando una tormenta rabiosa
les quiere arrebatar lo poco o poquísimo que les dio la vida.
Yael
Letoile
1 comentario:
Excelente crónica, desde lo periodístico, lo humano, lo ideológico. En la ciudad de Bs. As. lo único que funcionó contra estos desastres fue la obra del arroyo Maldonado, debajo de la J. B. Justo. Obra faraónica y carísima, que comenzó con la gestión de Ibarra y terminó con la de Macri, pero es sumamente efectiva. Habrá que encararlas en donde haga falta.
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