La navidad que siguió al triunfo alienígena de los Ellos fue tan devastadora como su invasión. Los hombres sintieron hasta los huesos la ausencia de sus familiares y amigos masacrados, desaparecidos. Los visitantes, indiferentes, tardaron en comprender la angustia de los hombres, tal vez porque estaban acostumbrados a devorarse entre sí o quizá porque sabían que la sola superioridad de su especie garantizaba la dominación.
Cuando los atentados de la resistencia fueron cada vez más letales un Ello llamado Ruperto preguntó: ¿Qué hacen en las fiestas navideñas estos pelotudos? Bombardesa, la dama del fuego invasor y lugarteniente de La Coraza (una especie de corazón que no era tal pero que los dirigía y motivaba), contestó: Recuerdan, reflexionan y alimentan sus esperanzas.
El debate que siguió en la plana mayor de la especie conquistadora tuvo como conclusión lo siguiente: para promover y desarrollar la condición de pelotudo de los hombres no hay nada mejor que otro pelotudo. La decisión final fue sorprendentemente eficaz: decidieron crear un pelotudo, ¡un Gran Pelotudo!
El diseño fue sencillo. Vistieron miles de sus dispositivos de vuelo con un traje y gorro rojo, luego le engancharon chanchos voladores y un bolsón donde llevaban diferentes pelotudeces que agradaban a los hombres.
Así fue que en cada navidad los hombres no hacen otra cosa que esperar la llegada de El Gran Pelotudo. Y los Ellos, encantados, ríen y divierten observando como los terrícolas olvidan, no piensan, ni creen maravillados por una gran bolsa de pelotudeces.
¡Felíz Navidad, pedazos de pelotudos!
Nelson Pascutto
2 comentarios:
"Grosso" este cuento Pascutto....
me encanto!!
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