lunes, 31 de octubre de 2011

ALPARGATAS SÍ, LIBROS TAMBIÉN: "Los impostores", por Enrique Buracco

     Tengo la extraña sensación de estar viviendo en un lugar donde nada es lo que parece. No tiene una explicación simple, son pequeñas, ínfimas señales que se manifiestan y desaparecen rápidamente, sin dejar rastros. A veces no es mas que un simple deja vu; a veces no es menos. Es la representación de una realidad con rosca de media pulgada tratando de encajar en un buje de tres cuartos. Algo así como estar dentro de un juego de los Sims gigantesco e ilimitado donde cada uno desempeña un rol que no le pertenece, que le es ajeno. Yo nunca dudé en haber visto sobre un escenario de mi pueblo a un tal Gustavo Cordera, triste remedo de un Peter Gabriel tropical. Copiando su cara descaradamente. Ese mismo Cordera que otrora, en los albores de su carrera, soñaba convertirse en el Indio Solari, sin lograrlo, obviamente. Y que andará por ahí, buscando otra personalidad con la cual resguardarse.  Y sobre el mismo tablado al ministro Amado Boudou, en su papel de cantante romántico, presentándose como un tal Axel. Y al panadero de la vuelta de mi casa devenido en un Freddy Mercury retacón y aputasado. El exceso de alcohol y el clima de algarabía de los presentes ha conspirado para que estas sutilezas no fueran descubiertas. Creo haber visto, en otro orden, personas postulándose a cargos públicos, defendiendo una ideología que les es desconocida o por lo menos contraria a sus intereses y he visto gente agradecer y festejar la avant premiere de sus nuevas derrotas. He visto también a otros renegar de partidismos que abrazaban con fervor anteriormente,  sin haber cambiado un ápice su discurso ni su forma de pensar y de vivir. He visto a menesterosos defender a acaudalados con argumentos que ya desearía para sí la mas elitista de las aristocracias y he visto a poderosos hablar de pobreza y marginalidad como si fueran una maldición divina. Creo haber visto multitudes sigilosas en procesión nocturna hacia el basural, cargando con todos los espejos de sus casas, convencidos que en una ciudad donde todo tiene precio, lo único innegociable es el propio reflejo. Creo haber visto a la palabra democracia saltar indistintamente desde la boca de un indigente a la de un hombre rico, de ahí a la de uno honesto, mas tarde a la de un usurero y a la de un delincuente, perdiendo con cada brinco una letra hasta convertirse en espacio, en vacío, en nada. Y a veces quiero creer que el tiempo no ha pasado, que todos somos diez años más jóvenes y que no tardará en encontrar mi mirada la sonrisa que más se extraña. En la ciudad de los impostores; de los espejos ausentes...

Enrique Buracco
31/10/2011

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es muy bueno lo suyo, Buracco.
Aquello acerca de que "lo único innegociable es el propio reflejo" bien pudo haber sido escrito por Bioy.
Y hablando de Bioy y reflejos y democracia, cómo no caer en "Yoryi" y en su "abuso de la estadística", no? Qué opina de eso Usted, estimado Buracco?

Alejandro Iturbe

Talo Beraza dijo...

Gustavo Cordera = Triste remedo de un Peter Gabriel "tropical"
Peter Gabriel "tropical" = David Byrne
Gustavo Cordera = Triste remedo de un David Byrne?

truongmuunghenhan dijo...

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