jueves, 27 de octubre de 2011

RECOLECCIÓN DE PRINCIPIOS: "¿Qué nos dejó Néstor?, por Yael Letoile"

“A mí Néstor no me puso nada en la mano pero le debo tanto”, agradece una señora en la radio, sumándose a una catarata de homenajes y recuerdos que desde distintos rincones del país se multiplican a un año de la muerte del ex presidente.

Víctor Hugo pone al aire otra lluvia de voces públicas que lo evocaron aquel 27 de octubre, consternadas, dolidas, quebradas ante la súbita desaparición del líder. Hay quién se atreve a decir que nos dejó un mejor legado que Perón y una Presidenta fuerte y capaz –a diferencia de la esposa del General y su nefasto secretario – para continuar lo que hay que continuar, o algo así.

Las penas y las palabras revolotean sobre la idea de que nos sacó del infierno, recuperó el trabajo y la dignidad del pueblo, nos devolvió la fe y la esperanza. Muchas entonan que “El Flaco” bajó los cuadros de los genocidas, y abrazó la causa de las Madres y las Abuelas, que también era la de él; por la verdad, la memoria y la justicia.

Dicen otras tantas de maestros, albañiles, estudiantes, enfermeros, abogados y amas de casa, que Néstor dejó una asignación para incluir, unas leyes para igualar, y un camino para caminar. Dejó el amor para los humildes, y puso nerviosos a los poderosos. Achicó faltas y sembró futuro, y dejó un legado plagado de sueños.

Hace un año que se fue “el loco” que selló el certificado de defunción del ALCA y refundó la integración latinoamericana, que priorizó la deuda interna por sobre la externa y nos dijo que la política podía ser algo más que politiquería.

Desarreglado, bizco y shesheozo, el tipo se rompió la frente al asumir un día, con dos votos con cincuenta y un año de vida, tal lo que le auguró un cuervo adicto a las tiranías.

Debo admitir que se lo reconocí tarde, que pude haberme sacado una foto con él y preferí al Comandante Chávez, con su estilo directo y su épica revolucionaria y anticapitalista. Lo abracé al final, cuando el campo jugaba a vaciar la mesa del pueblo en piquetes regados de Rutini.

Lo lloré en la plaza, uno, dos, tres días hasta que el amasijo de autos, flores, gritos y banderas tomó velocidad en la 9 de julio para nunca más volver.

¿Qué nos dejó Néstor, además de ella que, por supuesto, sobreponiéndose a sí misma batió marcas de todos los colores y revalidó su proyecto y conducción por cuatro años más?

A mí Néstor no me puso nada en la mano, me dejó las risas de los desdentados, la bronca ante lo injusto,  la confianza de los esperanzados y la voz de los silenciados. Me dejó la ira por el asesinato artero de un militante y la sed de justicia y no de venganza. Me legó la fuerza de un pueblo haciéndose camino y el entusiasmo de ser muchos los que abrazamos la misma idea. Me dejó futuro.

NUNCA MENOS


Yael Letoile

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