lunes, 29 de agosto de 2011

RECOLECCIÓN DE PRINCIPIOS: "Bicentenario: el reencuentro con la nacionalidad"


Millones de argentinos celebraron en las calles el bicentenario de la Revolución de Mayo. Los eventos organizados por el gobierno nacional fueron desbordados por personas de toda edad y color, proveniencia y religión. Recitales de rock, folklore, música latinoamericana y tango; paseos, locales gastronómicos y muestras provinciales; desfiles de militares, autos y colectividades; inauguraciones de obras, como las del Teatro Colón y el Centro Cultural Bicentenario –en el antiguo edificio del Correo Central–; proyecciones sobre los iluminados edificios públicos –en la que se destacó el histórico Cabildo de Buenos Aires;– exposiciones en diversos museos y archivos –la del Archivo General de la Nación exhibió los documentos originales firmados por los patriotas que participaron en la gloriosa semana de mayo de 1810–; los tedeum realizados en las catedrales de todas las provincias; la proyección en pantallas gigantes del partido de fútbol en el que la selección Argentina le ganó 5-0 a Canadá; escenificaciones teatrales de momentos decisivos y cruciales de nuestra historia (la industria, el tango, la guerra de Malvinas, las Madres de Plaza de Mayo, la vuelta a la democracia, fueron algunos de los temas) que en caravana se repetían a lo largo de la diagonal que une la Plaza de Mayo y el Obelisco. Todo fue colmado por el pueblo que vivió su nacionalidad tal vez como nunca antes. Sí, el pueblo. No la gente, las personas, los ciudadanos y demás denominaciones que habitualmente usan los pensadores rápidos para argumentar sin fundamento (el fast-thinking, diría Pierre Bourdieu) Porque cuando el pueblo se expresa como tal, cuando se hace fibra, se hace masa; cuando el pueblo está siendo pueblo, es su fundamento. Y cuando el pueblo es siendo su fundamento, no hay interpretación o argumento que pueda tergiversar lo que expresa. Ya saldrán los Morales Solá a descentrar los acontecimientos con interpretaciones repletas de intereses y anhelos que nadie vio, ni pensó, ni sintió. Tienen que saberlo (¡y vaya si lo saben!): esta vez el pueblo no lo vio por TV, no lo escuchó por radio, no lo leyó en los diarios del lunes, no participó por medio de Internet, Facebook o Twitter… el pueblo estuvo en la calle reencontrándose con su nacionalidad, con su facticidad, con lo que el pueblo hizo de él y también con lo que hicieron de él: con su historia.
            Hace doscientos años el pueblo argentino fundó, en las calles, su nacionalidad. Luego, pocas veces pudo expresarla con plenitud. El 9 de julio de 1816 declaró su independencia en medio de retrocesos militares y avanzadas realistas; en 1829 instauró a Juan Manuel de Rosas; en la Revolución de 1890 sentó las bases del sufragio secreto y universal para varones por medio de la ley Sáenz Peña, sancionada en 1912. Una vez el pueblo impuso su voluntad contra viento y marea y refundó su nacionalidad dándose dignidad y justicia, fue un 17 de octubre de 1945. Le sucedieron años de resistencia contra los golpes militares que lo habían proscripto y sufrió asesinatos, torturas y desapariciones. En 1983 ganó nuevamente las calles y ya nada ni nadie pudieron quitarle la democracia. En estos últimos días El Pueblo, todos y cada uno de nosotros, salimos a las calles para conmemorar el bicentenario y nos reencontramos con nuestra nacionalidad para darnos cuenta que ya no somos nuestra historia, sino un presente de posibilidades que elegimos y que seguiremos eligiendo empujados e inspirados, siempre, por nuestro inalienable grito sagrado: ¡libertad, libertad, libertad!

Sergio Carciofi

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